jueves, 24 de marzo de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte ocho)

¡Propinas no!

- En muchos de los baños a las que íbamos de levante había una persona que se
encargaba del mantenimiento y la limpieza. Y por ese servicio, además del sueldo, ganaban algunas monedas que les dábamos de propina los usuarios. - Relata Raul.

- En el baño del cine Marabá trabajaba realizando ese servicio un hombre, bien
masculino. Era serio y tranquilo, bien discreto y, todos los que frecuentábamos regularmente el baño del cine, le dábamos algo al entrar y él se encargaba de mantener el lugar, de que hubiera lo necesario, de limpiarlo un poco.

Una noche llegó al baño una de esas maricas que se creen que son la reina de Saba: un tipo alto, elegante, cincuentón, con un impermeable claro y largo hasta las rodillas, acompañado de un chongo importante. El empleado, conocedor de las rutinas, le abrió la puerta de un box y estiró la mano pidiendo la consabida colaboración, siempre pequeña, unas moneditas, no más. La loca elegante y soberbia le dijo que no, que ya tenía su sueldo, que no le correspondía a ella darle propina .Y se cerró en el privado.

El trabajador, después que se cerró la puerta del cubículo, con toda serenidad, agarró su trapo de piso, lo pasó a conciencia por todos los rincones del baño, sin olvidar ni salpicaduras de orina, ni restos de deposiciones, ni eyaculaciones varias. Llenó el balde con agua. Lavó el trapo mugriento, lo enjuagó, lo estrujó. Sacó el trapo, lo dejó a un costado y con el balde lleno de agua mugrienta se paró frente a la puerta donde el arrogante miserable estaba con su acompañante y, sin perder la calma, lanzó el inmundo contenido del balde por sobre la puerta. Segundos después, en silencio y avergonzado, salía el que lo había tratado de humillar, con todas las ropas mojadas de aquella agua repugnante.

Los presentes felicitamos la acción del trabajador, condenando implícitamente la actitud del usuario que no dejaba propinas.

(Continuará)

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