miércoles, 27 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte final)

¿Y el libro?

Se acabaron las historias y parecería que no alcanzan para un libro, como esperaba Carlos. Porque para hacer un libro habría que:

• Investigar bastante más y establecer un completo marco histórico de aquella época.

• Enunciar cómo influyó en las prácticas de ese particular grupo de personas la dictadura militar que gobernaba Brasil a mediados de los años setenta, su relativo ablandamiento a partir del año del 79 y, finalmente, la llegada de la democracia a mediados de los años ochenta.

• Preguntarse si, como en la Argentina, hubo también desaparecidos entre aquellos homosexuales, solo por ser homosexuales (400 se calcula que fueron en la Argentina). O si se los perseguía, o se los quería esconder, como ocurrió en la Argentina durante el mundial de fútbol del año 78.

• Estudiar cómo la aparición del SIDA modificó -o no- las conductas de los que a diario recorrían baños, saunas, cines y estadios en busca de sexo con otros hombres.

• Analizar más profundamente cómo los vaivenes de la economía de aquella década y media repercutieron en los hábitos de aquella población específica.

• Evaluar cómo el surgimiento de ‘lo gay’ como negocio cambió la situación de aquella población.

Y algunos aspectos más, que seguramente permitirían conformar un texto más completo e interesante.

• Revisar, por ejemplo, los discursos oficiales que, sistemáticamente, invisibilizan la existencia de lesbianas, gays, bisexuales y trans, un grupo tan real como cualquier otro.

• No minimizar la presión de las Iglesias, que condenan compulsivamente a los homosexuales, y presionan para que los reclamos sobre los derechos de éste sector no ingresen nunca en el temario de debates de un país.

• Buscar en la bibliografía de Brasil las huellas de la existencia de esta comunidad: desde el relato de las prácticas homosexuales de los habitantes originarios de estas tierras, incorporadas naturalmente como parte de su forma de ser, según consigna Gilberto Freyre en Casa-Grande & Senzala, a la desarticulación de los estereotipos heterosexistas y de familias patriarcales que Jorge Amado propone en sus novelas. Pasando por relatos tan originales como los de Roberto Freire o Adelaide Carraro; sin menospreciar la permanente mención que otros autores hacen de la homosexualidad como hecho habitual en la sociedad brasilera.

• Encontrar en la historia del movimiento LGBT de Brasil los datos que permitan enmarcar más ajustadamente las experiencias de esa comunidad de los años ochenta en una ciudad como San Pablo.

• Establecer si el movimiento LGBT de Brasil, a semejanza del argentino, nació y se encolumnó en la izquierda política y en los movimiento populares. (No me puedo imaginar qué pasa en la cabeza de un gay de derecha).

• Desentrañar el por qué de la sistemática violencia contra las personas LGBT en Brasil, a pesar de ser ésta una forma tan presente en la vida de esta particular sociedad.

• Investigar en las publicaciones del sector, como la mítica revista Lampião da esquina, que era de consulta obligatoria en aquellos años para todo miembro de aquel mundo que comenzaba a asomar como una forma de vida que reclamaba su lugar en la sociedad. Una revista que tenía presencia en todo el país, en cuyas páginas se podía encontrar el primer listado de lugares de ambiente LGBT de Brasil.
Pero para eso habría que contar con un buen escritor que, además, sea un buen investigador. Entonces, queda aquí constancia de las anécdotas de una charla de pizzería.

Esto es todo por el momento.

lunes, 25 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintinueve)

La foto que recuerda

Los mismos lugares recorridos en los mismos años y la imposibilidad de reconocerse. Carlos y Raul no podían consolarse.

-Seguro que en aquellos años eran bien diferentes. - Arriesgué. – Tal vez no se
reconozcan por estar muy diferentes.

Entonces a Raul se le ocurre que su foto en el documento es lo suficientemente antigua como para darle una pista a Carlos. Y tenía razón. Mostró su identificación a su no-conocido compañero de aventuras de antaño y la foto consiguió abrir el resquicio.

-Ahora sí. Ahora me acuerdo de vos – afirmó Carlos.

-Al menos uno de los dos recordó, -comentó Raul. – Yo sigo igual que al comienzo.

De postre, filología

Antes de la despedida aún quedaba tiempo para una historia más.

Cada país tiene su modo de denominar a sus homosexuales. Despectivamente, la mayoría de las veces. Aunque el ingenio de los destinatarios de los insultos sabe aprovecharse de la supuesta descalificación y divertirse con ella.

En la Argentina, un homosexual puede ser llamado amanerado, afeminado, marica, mariquita, maricón, mariconazo, desviado, loca, loquita, pederasta, puto, putazo, putarraco, trolo, trolazo, marcha atrás, invertido, chupapijas, traga sables, sodomita, traga leche, mantequita, manfloro, pulastrín, etc. Denominaciones todas que no esconden mucho misterio. Salvo, quizás, pulastrín, término usado en el lunfardo porteño de los guapos tangueros y trolo, que no hace referencia directa a nada vinculado con el ser de la persona que es descripta.

El origen del término trolo se remonta a los años en que por Buenos Aires circulaban los trolebuses. Y es que a estos transportes públicos de pasajeros se ‘les’ ingresaba por la parte trasera. De allí el mote de ‘trolo’ dado a los homosexuales argentinos.

Recordé esto porque aquí, en Brasil, no escuché tantos sinónimos, a pesar de moverme todo el tiempo en el ambiente. Los que se reiteran son ‘bicha’ y ‘veado’. Casi nadie usa otros sinónimos como boiola, efeminado, maricas, invertido, bicha-louca o viadinho. De bicha, en aquella larga sobremesa en la pizzería, nadie me pudo dar el origen. El de veado, lo cuenta Raul en aquella extensa sobremesa, tal como apareció en la revista Lampião da esquina, a comienzo de los años ochenta:

- En tiempos aún del Imperio de Brasil, a finales del siglo diez y nueve, los homosexuales de la época se encontraban por las noches en el Beco de la Poca Vergonha, en la ciudad de Río de Janeiro, capital entonces del Imperio. La policía solía hacer razias en ese oscuro callejón, deteniendo a los que sorprendía intentando algún tipo de intercambio sexual, con el fin de desalentar la presencia de los homosexuales en las calles.

Una noche, además de ir los uniformados a realizar su operativo, llevaron junto con ellos a los periodistas. En el relato periodístico que da cuenta de la acción represiva de los policías imperiales, el cronista, al hablar de los homosexuales que intentaban escapar a la inminente detención, los describe señalando que al huir: ‘corrían como venados’ (veados).

(Continuará)

domingo, 24 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintiocho)

Tercera Parte

“Soy incapaz de escribir un relato cualquiera
a no ser que sienta deseo físico por al menos
uno de mis personajes.”

Tennessee Williams


Final

Todo concluye al fin

La larga sobremesa estaba llegando a su fin. Las historias de Carlos y Raul habían sido las protagonistas estelares de la noche. Habíamos pasado unas cuatro horas de ininterrumpido ejercicio de la memoria.

Al comienzo de la charla, en la pizzería, Carlos y Raul se sorprendían de no haberse conocido en aquellos años. Pero cuando pregunté si con el tiempo, luego de haberse conocido en los mismos territorios elegidos, se formaban grupos de amigos, o si se encontraban fuera del ámbito de las zonas de caza, la respuesta fue negativa. Salvo excepciones, me comentaron. Alguien con quien se establecía un vínculo más cercano, no necesariamente físico; a veces de amistad. Pero era raro. Por lo general, aunque se vieran a diario, durante años, no se relacionaban más allá de ese territorio de placer.

Con el tiempo -supimos también aquella noche-, muchos de los cines del centro de la ciudad de San Pablo que formaron aquel circuito de merodeo por los que circularon tantos y tantos hombres en búsqueda de placer, o tal vez, simplemente compañía, y supieron ser punto de encuentro y lugar de concreción de sueños, fueron cerrando sus puertas y se convirtieron en tristes templos de las iglesias evangélicas, en grandes farmacias o en inexpresivos supermercados.

Cerraban por motivos económicos, mayormente. Otros motivos de la desaparición de algunos lugares fueron, por ejemplo, los incendios, como el del cine Gazetinha da Rua Aurora, aquel donde una loca, que no creía que estuvieran evacuando el lugar, murió quemada por no perder su lugar en la tetera; o el incendio del cine Coral, en el que por suerte no hubo que lamentar víctimas . O cerraban porque los lugares se desmoronaban por falta de mantenimiento, como las molduras de los viejos cines que se caían sobre las cabezas de las locas en pleno puterío, lo que las obligaba a salir corriendo del lugar para salvarse de morir aplastadas.

En lugar de los antiguos circuitos surgieron los nuevos espacios para encuentro de hombres más de acuerdo con la sociedad de consumo. Nuevas generaciones, en busca de placeres, recorren la ciudad, de una nueva manera.

- Nuestra generación,- sostiene Raul, - sigue caminando alrededor de la Vieira de Carvalho, en el Centro, la misma calle, ayer y hoy, y frecuentando el mismo bar, el Caneca de Prata de aquel tiempo.

- O el caneca de lata, y el Bailão, donde en aquellos años funcionó el Homo Sapiens, - completa Carlos.

-Una vez, allá por el año 99, - retoma Raul, - una tarde volví con un amigo, con Nelson, al Lord Byron. La impresión fue fuerte, ver las mismas caras, aquellos jóvenes de ayer, entonces envejecidos, algunos calvos, otros peinando canas, muchos con unos cuantos quilos de más. No fue agradable. Fue ver de repente el inexorable paso del tiempo. Que seguramente a mí también me pasó y me avejentó. Y no me gustó.

(Continuará)

miércoles, 20 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintisiete)

Montada para matar

Raul nos cuenta que trabajaba con él, en el aeropuerto de San Pablo, una mariquita muy flaca. - Rino era el nombre, siempre muy discreto durante el trabajo. No era muy amigo mío, éramos solo compañeros, él era más amigo de Ernesto ya que los dos eran empleados de la empresa VARIG, en la etapa anterior, antes de que la fundieran, desapareciera y fuera comprada por la empresa de aviación GOL.

Como dije, era un gay flaco y muy discreto, pero cuando se montaba o estaba entre pares, largaba todas las plumas, mariconeaba mucho y, además, era muy divertido, un muy buen imitador, sobre todo de los compañeros de trabajo. Le encantaba montarse de diva de cine mudo, o de bailarina de charlestón de los años 20, siempre con un lujo de detalles admirable. Era tan flaco que parecía que no comía nada, que solo fumaba; fumaba todo el tiempo, cuando se podía fumar en cualquier parte. ¿Se acuerdan?

Siempre que se montaba, se sacaba fotos de cada vestido, de cada producción, y nos las mostraba luego a los compañeros de trabajo. En su versión Drag Queen, le encantaba llamar la atención. Solía llegar a las fiestas en limosina. Si alguien no la veía llegar porque no estaba en la entrada, seguro escuchaba el comentario de cómo había llegado, dentro del evento.

Un día fue a una fiesta montada de bailarina de flamenco, con un vestido rojo con pintas, con muchos volados, abanico, tacones, castañuelas, peineta, mucho maquillaje, todos los detalles, mantón de Manila incluido. Pero esa noche tuvo poca suerte, porque a poco de llegar, alguien descuidado le pisa la cola del vestido de muchos volados y ella no se da cuenta. En eso, gira teatralmente como solía hacerlo y el vestido se rasga todo y queda medio desnuda en medio de la fiesta.

¿De qué se ríen?

-Delson, otro amigo del aeropuerto, - relata incansable Raul – estaba en pareja con un dentista. Éramos parte de un grupo de amigos, donde también había parejas hétero. Una noche, en una reunión en casa de Marcio y Patricia, Delson y su pareja, que también eran amigos de Rino, el que se montaba, y Ernesto, comienzan a contar las historias de los vestidos de Rino, que esa noche no estaba presente.

Los tres contaban historias y se morían de risa con las anécdotas. Los otros, los que conocíamos al protagonista de las anécdotas, también nos reíamos. Pero los otros presentes, Marcio y Patricia y las otras parejas heterosexuales, no le encontraban ninguna gracia a esas historias.

(Continuará)

sábado, 16 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintiséis)

Mooonaaaaaa

-Yo trabajaba en el aeropuerto de Guarulhos y allí tenía un compañero de trabajo, que desempeñaba un cargo de supervisor en la empresa VASP.- Relata, una vez más, Raul. - Digo compañero de trabajo, pero se veía de lejos que era una loquita muy llamativa, casi escandalosa: mujer, mujer, como diría un amigo; se notaba de lejos que esa Coca Cola era Fanta y ella le encantaba que se note. Su puesto era en el servicio de control de equipajes de esa compañía de aviación, que ya no existe.

Esto me lo contó ella misma, la loquita. Un día, estaba en su lugar de trabajo y estaba perdida porque habían llegado varios vuelos de su empresa de manera casi simultánea y las cintas transportadoras no estaban andando muy bien que digamos. Se le estaban amontonando los pasajeros que hacían todo tipo de reclamos y ella ya no sabía qué hacer ni qué responder. Estaba desbordada.

Ya estaba muy nerviosa, cuando, en plena confusión, en medio de los reclamos, ve pasar cerca a otro compañero de trabajo, muy experimentado, que seguramente podría auxiliarla. Era mi amigo Nelson (que también es gay, pero muy varonil y reservado, muy de closet de donde no le interesa para nada salir), que se ocupaba del recibimiento de las autoridades dentro del aeropuerto. En ese momento, Nelson, estaba acompañando a una comitiva oficial. Nada más y nada menos que al estado mayor conjunto de las fuerzas armadas de Brasil.

La loquita, que ya no podía contener a los usuarios enojados, cuando ve pasar a Nelson, muy estresada, se sube a la cinta transportadora y comienza a llamarlo por su nombre, a voz en cuello, con la intención de pedirle ayuda.

Nelson se hacía el que no lo escuchaba. Después de repetir su nombre varias veces y no recibir respuesta, en su desesperación, subida a la cinta transportadora, sin importarle nada ni nadie, apuntando hacia donde estaba pasando Nelson y haciendo cámara con las manos como para ganar más potencia, le grita totalmente histérica: ¡Moooonaaaaaaaaaaaa!

Todos en ese sector del aeropuerto se dieron vuelta para ver qué sucedía. Todos menos uno, claro. Por supuesto que Nelson no acusó recibo, se hizo el desentendido y siguió su camino acompañando a los serios y circunspectos militares de la comitiva oficial.

(Continuará)

viernes, 15 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veinticinco)

Su atención por favor

-Había una loca en el aeropuerto de Río a la que todos llamábamos la Pina.- Arranca Raul. - La Pina original era una modelo negra de aquella época, muy linda, muy llamativa, que se rapaba la cabeza y desfilaba desnuda en el carnaval. La loca compañera de trabajo nuestra, recibió el apodo por ella.

Sucedía todo el tiempo que la Pina –la nuestra- era seguida de cerca, espiada, por otra marica, a la que llamábamos la Mocreia (que era un apodo bien despectivo). Ésta era una loca mucho más grande, más viejita, que seguía a la Pina por todo el aeropuerto y espiaba dónde la otra se detenía, porque seguro en esos lugares habría algún chongo interesante.

Las dos se la pasaban circulando por todo el aeropuerto. Ella, la Mocreia, después que la Pina se iba de algún punto donde había estado por algún tiempo, probaba suerte.

Era una marica parásita de la otra.

Lunes, conciertos

-En el Teatro Municipal de San Pablo, todos los lunes, a las 18, había un concierto. Nos cuenta Raul. -Se presentaban solistas de piano o violín o violoncelo, dúos, cantantes líricas, era muy variado el programa. Las funciones se realizaban siempre en el descanso de la escalera de la entrada principal, antes de la bifurcación; y eran con entrada libre y gratuita.

El público se distribuía por los diversos espacios de la entrada del teatro, por las escaleras y también, por el salón noble, que permanecía abierto para que desde allí, los asistentes al concierto pudieran ‘enamorar’, ya que quedaba totalmente a oscuras, mientras disfrutaban de la función.

Ese, el salón noble, era uno de los espacios ocupados por los mismos asistentes de los cines, baños, saunas y estadios. Ese era el territorio de levante, gracias a la oscuridad y de allí, una vez establecido el contacto, nos dirigíamos a los baños, que era un verdadero festival de desenfreno, mientras la alta cultura se adueñaba del teatro.

Pero además del puterío, era un placer oír las presentaciones. Siempre, claro, que, en la plaza frente al teatro, no estuvieran los inefables Hare Krisna, cantando sus cánticos rituales; entonces se mezclaran sus letanías y sus tamborcitos con los solos de violín, piano, violoncelo o las arias de ópera que ejecutaban las cantantes líricas. Aunque los hare krishna arruinaban la presentación, era muy gracioso.

(Continuará)

miércoles, 13 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veinticuatro)

Otros territorios

¡Sorpresa!

-Yo iba seguido a una disquería en Rua Augusta, - cuenta Carlos, - ya me había hecho conocido del lugar y hablaba bastante con los encargados. Al lugar iba siempre un músico que formaba parte de uno de los grupos de rock más conocidos de esa época. Uno de los empleados de la disquería, que era del circuitonuestro, me dijo que yo le gustaba al músico. A mí también me interesaba, así que nos arregló un encuentro en una habitación que había en el piso superior de la disquería.

Llegado el día de la cita, cuando ya estábamos en la habitación, me dijo que lo espere un momento que ya regresaba y entró al baño. Estaba tardando mucho, yo ya me estaba impacientando. De repente salió todo vestido con lencería erótica de mujer, bombacha y corpiño con puntillas, medias con ligas y un desabillé transparente, rematando con unos zapatos de taco alto inenarrables.

Yo, que ya estaba esperándolo en la cama, me quedé paralizado. Se subió a la cama con zapatos y todo. Entonces fue mi turno de pedirle un momento. Él habrá creído que yo también me iba a montar. Fui al baño, me vestí y salí rápido sin darle tiempo a reaccionar. Como la llave había quedado en la puerta, la saqué y cuando ya estaba fuera, cerré con llave, la quebré dentro de la cerradura y le pasé el pedazo quebrado por debajo de la puerta.

No lo vi nunca más.

Honestidad brutal

Ahora era Raul quien retomaba el relato. - Conocía a un tipo lindo. Muy varonil. Lo conocía porque trabajaba en la empresa de aviación VASP y lo veía siempre en el aeropuerto donde yo trabajaba. Las mujeres, compañeras de trabajo, se desmayaban por él. Ernesto, que trabajaba en VARIG y era mi amigo allí en el aeropuerto, un día lo vio, en la Avenida República del Líbano, en el parque Iburapuera, que era un punto de nuestro puterío, con un levante.

Pero esa noche, además, llegó la policía. En ese momento, el lindo, estaba de rodillas, con el pantalón bajo, entregando.

-‘¿Qué estás haciendo?’, le pregunta el policía.

El tipo, muy serio, le responde:

-‘Estoy entregando el culo. ¿No ves?’

Fue tan categórico, aplomado y convencido en la respuesta que el policía se fue sin decir palabra.

El lindo aprovechó la confusión, se vistió y se fue sin que lo detengan.

(Continuará)

martes, 12 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintitrés)

Caza talentos

-A Osvaldo L., uno de esos personajes que descubren talentos futbolísticos, lo conocí en el cine Barão. Pero recién comencé a hablar con él un poco después, cuando lo encontré bastante seguido en el cine Arouche - nos relata Raul. - Era un tipo raro, hablaba todo el tiempo de fútbol y de la federación espírita de San Pablo, y solo de eso.

Este Osvaldo era un hombre gordo, todo redondo y peludo, era lindo. Además tenía una pija enorme. A mí me gustaba mucho, pero yo a él no le gustaba: yo ya no era tan joven y no era flaquito, nunca fui flaco. Y a él le gustaban así: bien jovencitos y flaquitos.

Cuando nos hicimos amigos me contó de su trabajo, que era el de buscar nuevos talentos de fútbol por el interior del país. En esos años, los ochenta, ya había encontrado varios, y muchos habían ingresado a clubes importantes de San Pablo, Rio y Minas Gerais. Los descubría y con sus contactos los llevaba a probarse como futbolistas, pero la condición que les ponía a todos para presentarlos a los clubes, era que se tenían que acostar con él.

Me contó que se cogía a todos los chicos que presentaba, claro, todos eran bien flaquitos y jovencitos. Como casi siempre los futuros futbolistas ponían algún pero a su requisito, primero entregaba él, dejaba que se lo cogieran, pero decía que no le importaba, porque la mayoría de los pibes tenía pija chica. Después era su turno y los pibes se la tenían que aguantar.

Una vez, cuando ya hacía algún tiempo que éramos conocidos y nos veíamos bastante, me invitó a su casa, para tomar algo y conversar. Me mostró todo el departamento y al llegar al baño, donde tenía un jacuzzi enorme, me dijo ‘éste es para enfiestarse con las futuras estrellas de fútbol’.

(Continuará)

lunes, 11 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintidós)

¡Fue falta!

-Una vez, yo estaba con unas locas amigas, en uno de los cines del centro. – Sigue Carlos su relato. - Como sabían que ese día había partido en el estadio al que yo asistía y que, por lo que yo les había contado, podían llegar a conseguir algún levante, me pidieron para que vayamos todos juntos a ver el encuentro. Yo no estaba muy convencido, por los riesgos, pero fuimos. Pero no los llevé al sector donde se ubicaba la hinchada organizada, la barra brava. Nos ubicamos en el sector de plateas, que es más tranquilo.

Las locas se habían ido con binoculares y en vez de seguir el juego, se la pasaban mirando las piernas de los jugadores, en especial de Zetti, nuestro arquero. Eran tan poco disimuladas que cuando el Palmeiras atacaba, en lugar de seguir la jugada en el arco contrario, miraban hacia el arco nuestro, para seguir calentándose con las piernas del arquero.

Uno de los tanos grandotes que iba siempre a los partidos y que estaba atrás nuestro se calentó y comenzó a gritarles a mis amigos que el juego era para el otro lado. Ahí se dieron cuenta que estaban llamando mucho la atención, y disimularon tratando de seguir el recorrido de la pelota.

En un momento del juego, uno del Palmeiras recibe una falta de uno de los contrarios y el mismo grandote que teníamos sentado atrás, sin previo aviso, le pega –con la palma de la mano abierta- un golpe en la espalda a uno nuestro grupo. Era un golpe dado como para manifestar su enojo, un golpe sueva como dado a un amigo. No era nada contra nosotros. Al mismo tiempo que gritaba todo enojado (contra el árbitro, no contra nosotros); ‘Fue falta, no viste que fue falta. Sos ciego, árbitro hijo de puta’.

La loca destinataria de la palmada, reaccionó como lo hacía siempre. La cuestión es que estábamos en el lugar equivocado para expresarse como ella lo hacía habitualmente. Se encogió como un caracol que está refugiándose en su caparazón, puso cara de dolorida, como haciendo puchero con la boca y cerrando los ojitos como para llorar soltó un débil gritito de: ‘Aiaaaa’.

Yo quería desaparecer, que me tragase la tierra. Por suerte, el juego llegó a su fin, casi sin más incidencias. Cuando nos estábamos por ir, el tipo grandote que teníamos atrás -y que yo pensaba que no se daba cuenta de nada-, le dice a otro de los panzones, uno que tenía a su lado: ‘qué divertidas que son las mariquitas mirando fútbol’.

(Continuará)

domingo, 10 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veintiuno)

De estadios

Como un barra brava

En un momento dado, a lo largo de la extensa sobremesa, surgió la mención por parte de Carlos de lo que pasaba en los estadios, más precisamente en los baños de los estadios. Mi pregunta por saber si era cierto que había acción en esos baños, no se hizo esperar.

- Por supuesto que pasan cosas en los baños de los estadios de fútbol.- Sentenciaba Carlos, casi con admiración porque alguien pudiera dudar que allí también había levante, como en cualquier otro lugar donde hay gran cantidad de hombres amontonados. Y ampliaba: - Yo era de la hinchada organizada del Palmeiras, que sabrás, es un club de italianos, entonces la hinchada estaba llena de aquellos tanos grandotes, peludos, panzones. Y pasaba de todo. Claro, tenías que saber con quién te metías. Estaban los que no querían saber nada. Pero en todos los baños había un sector de levante y era de lo mejor.

No pude dejar de pensar en el estereotipo del barra brava. Eso machos violentos, súper viriles, que defienden a capa y espada los trapos de su club, y a los que puede verse en los estadios de cualquier ciudad del planeta, armar tremendas grescas, vaya a saber uno por qué motivos. Parecería riesgoso para un hombre ir a buscar sexo con otro entre esos trogloditas.

-Yo llegaba temprano al estadio, - seguía relatando Carlos- unas cuatro horas antes del partido, porque como era de la hinchada organizada, teníamos que llegar antes para colocar las banderas y todo eso y, claro, entrábamos gratis. Ya durante ese tiempo de espera, antes del inicio del juego, pasaba de todo en los baños. Con el tiempo, con el paso de los años, te vas conociendo con los que son del ambiente, que te van señalando los nuevos que se prenden en la joda. Además de los hinchas, están también los vendedores que trabajan dentro de las tribunas, los que venden bebidas y eso, y los empleados del estadio y entre todos ellos también descubrís a los que se los puede ver en los rincones de los baños haciendo tetera.

(Continuará)

sábado, 9 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte veinte)

Clotilde, nos vamos

-Esta pasó en la Mafalda, - cuenta Raul, - habíamos ido con un amigo y un amigo de ese amigo que siempre quería estar desde que el sauna abría hasta el horario de cierre. Esa tarde mi amigo y yo ya estábamos cansados y nos queríamos ir temprano, pero el amigo de mi amigo no salía nunca de los reservados.

Entonces mi amigo se para en la puerta de los privados y comienza a llamar, con voz bien fuerte: ‘Clotilde, nos vamos’. El otro reconocía la voz, pero no respondía nada, para no quedar en evidencia. Y todos los putos del lugar, muriéndose de risa, gritaban a coro: ‘Clotilde, a casa. Clotilde, ya es hora. Clotilde, te llaman’.

Al rato la ‘Clotilde’ salió sin decir nada, pero todos se dieron cuenta quién era, y se convirtió en el centro de todas las miradas y los comentarios socarrones.

Ya en la vereda, Clotilde, se empezó a quejar: ‘¿las señoras no podían esperar un poco más? ¿Tanto apuro tenían?’

Holyday on milk

-Cada sauna tenía alguna particularidad, que lo hacía diferenciarse de los otros. En el For Friends había un cuarto al que llamábamos la sala del colchonazo. Ellos la proponían como la sala de relax colectiva. Pero el relax en un sauna todos sabemos a qué es igual, ¿no? – preguntaba retóricamente Raul.

-La sala tenía un inmenso colchón de espuma, todo forrado de plástico negro. Era como un cuarto oscuro, pero con un colchón. Y todos lo usaban para hacer puterío y nadie se preocupaba de ver donde acababa. Lo que hacía que el colchón, a lo largo de cada día, se vaya convirtiendo en una especie de pista de deslizamiento. Si de repente estabas sentado ahí en medio y querías salir del cuarto, podías hacer como un holiday on ice, pero solo que ahí, era holiday on milk.

(Continuará)

viernes, 8 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte diecinueve)

De pronto, una mujer

-También tengo una historia que pasó en el sauna Lucas, en la ciudad de Porto Alegre.- Seguía contando Raul, con el entusiasmo intacto, después de varias horas de charla.

-Como si fuera una música de fondo se oía una radio que acompañaba todo el
puterío que se daba dentro del sauna. De pronto se abrió una puerta lateral, bien en medio de toda la acción, y un hombre salió de allí con baldes y escobas, como para hacer la limpieza del lugar. Pero la puerta quedó abierta y pudimos ver que allí, bien al lado de donde estábamos, había una mujer que lavaba ropa mientras escuchaba la radio.

Una que trae cola

-Un tipo en el sauna Hollywood, sale de un box, y va al sector de duchas, a bañarse claro.- Una vez más, quien contaba una historia, era Raul.

-Pero a medida que avanzaba y mismo estando ya en las duchas, la gente que lo veía se mataba de risa.

El tipo no se había dado cuenta que le había quedado colgando el forro. Del culo, claro.

Jugando a la muñeca

-Estábamos con Joaquín en el For Friends.- Raul cuenta, casi sin darnos respiro.- Y había allí un tipo que se quedaba en la puerta de los reservados con una muñeca Barbie en la mano.

Nos pusimos a mirarlo a ver qué hacía. Esperaba que salga alguien de los reservados y le pedía que le meta la muñequita de juguete en el culo. Muchos no le daban bola, pero siempre aparecía uno que le hacía el favor.

Lo loca rara, cuando tenía la Barbie en el culo, se ponía en un rincón, se agachaba y ‘cagaba’ la muñeca. Y ahí recomenzaba el rito, volvía a la puerta de los reservados, esperando encontrar a algún otro que se la ponga una vez más en el culo.


(Continuará)

jueves, 7 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte dieciocho)

Una bien limpita

-Ese día estaba en el sauna Le Rouge con Ernesto.- Comienza Raul su nuevo relato.
Ese sauna, antes de la reforma, era uno de los más mugrientos. Además, las locas hacían cosas innombrables. Si te acercabas a las cortinas, a la altura promedio del lugar donde tenemos la pija, las cortinas que eran de tela, estaban duras. Las maricas se limpiaban en ellas cuando acababan.

Pero eso no era lo que quería contar. Ese día Ernesto me viene a buscar casi corriendo y a los gritos: ‘Raul, vení. Tenés que ver esto’. Fui con él hasta el jacuzzi, donde una loca estaba con el culo apuntando hacia el chorro de agua a presión, como si se estuviera dando un bidetazo. Con una cara de felicidad indescriptible, con los ojitos semi cerrados y moviendo el culo para darse más placer. Pero cuando mirabas el agua del jacuzzi veías las consecuencias: estaba de un color extraño y desagradable.

Queda claro que la limpita era la loca, porque el sauna era un asco.

¿Sacaste turno?

-Y eso no era todo.- Seguía Raul, hablando del sauna Le Rouge. - Había una loca insaciable que, cuando estaba en los privados y terminaba de coger con alguno de los de turno, gritaba bien fuerte: Ensuit. Que traducido del francés es algo así como: el próximo o el siguiente.

Causando la risa de los que oían y ya la conocían.

Un día de perros

No faltaron en la charla de aquella noche, que quería extenderse madrugada adentro, las menciones de otros lugares con las mismas características aunque de distintas latitudes. En el relato de Raul le llegó el turno al sauna Colmenia, de la ciudad de Montevideo, capital de la República Oriental del Uruguay.

-Esto no pasó en San Pablo, pero podía haber pasado en cualquiera de aquellos saunas tan sucios y sin mantenimiento. Este estaba, además de sucio, en obra; había materiales de construcción por todos lados.

Yo estaba en el cuarto oscuro, y de repente siento algo frío que me roza una pierna. No fui el único, porque todos miramos hacia abajo para ver de qué se trataba y vimos que algo se alejaba.

Era un perro, que tenían los trabajadores de la obra, que se había soltado y circulaba por el sauna alegremente.

(Continuará)

miércoles, 6 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte diecisiete)

De saunas

No pasan la inspección

-Algunos de los saunas de San Pablo de aquellos años no pasarían la inspección de la secretaría de higiene de ningún municipio.- Recuerdan a dúo Carlos y Raul.

- Una de las más mugrientas era la Mafalda: los azulejos ennegrecidos, si mirabas hacia los cielorrasos veías montones de cables colgantes (daba la impresión que se podía producir un cortocircuito e incendiar todo el lugar en cualquier momento), canillas rotas que no cerraban, mal olor: a pis, a esperma, a lo que quieras. Pero tenía de bueno que estaba lleno de gordos maduros y lindos.

Ese sauna en realidad se llamaba Balneario Amazonas, pero era conocido por Mafalda porque la dueña, dicen, que de joven, se parecía por su peinado a la nenita Mafalda, el personaje de historieta del humorista argentino Quino.

Competencia desleal

-No faltaban los que no respetaban ni la tragedia que significó la aparición del HIV- Sida.- Se lamenta Raul.

-El dueño del sauna Bel Ami, tratando de sacarle clientes a la competencia, intentaba asustar a los más desinformados diciendo que el sauna For Friends –que aún existe- era un peligro, porque allí había un “brote” de SIDA. Que de solo ir allí, te contagiabas, porque todos los que concurrían estaban infectados y contagiaban a propósito a todos los clientes que iban a ese sauna.

Un tremendo hijo de puta el dueño del Bel Ami.

(Continuará)

martes, 5 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte dieciséis)

Elsa, la mechera

-Como en todo grupo humano, había en esa heterogénea multitud que poblaba los cines, todo tipo de personajes. Hombres de diferentes clases sociales, profesiones, calidad de vida y cualidad moral; había de todo un poco. No todos iban para satisfacerse sexualmente. Y no todos eran agradables. También estaban los que iban a los cines simplemente a robar. -Explica Raul.–

Sucedía que algunos de los más atrevidos, en medio de la acción descontrolada, quedaba con los pantalones por los tobillos o, algunos, directamente se desnudaban y dejaban la ropa en cualquier rincón. Debían creer que nadie tocaría nada. O era tal la calentura que ni lo pensaban.

Pero no era así: allí estaban también, en medio de los fieles frecuentadores de los cines de levante, los que aprovechaban para robar. Había una loca que era conocida como la Elsa, que robaba las billeteras de los pantalones que andaban por el piso.

Pero también, en ese grupo tan peculiar, había personajes tan inesperados como la Elsa aunque con otras intenciones: estaba Lucio, por ejemplo, que también era de los que arrancaba su rutina diaria en el cine Don José, y que además, era investigador de la Policía Civil.

Cuando descubrió lo que sucedía en la oscuridad de los rincones del cine, dejaba que los que robaban tomasen todo lo que podían. Él los esperaba en la puerta del cine, impidiéndoles la salida, con la identificación de policía en la mano. Las locas ladronas, tomadas desprevenidas, se pegaban tal susto que ni se les ocurría escaparse. La intención de Lucio no era detenerlas, ni darles un sermón, ni nada. Solo les hacia entregar lo robado.

Recuperado el botín, se los devolvía a sus respectivos dueños.

Aquellos gloriosos agujeros

-Hasta se usaban las aberturas de una reja que, a modo de decoración, había como separación entre una sala y un pasillo el cine Paisandu.- Era Raul una vez más quien recordaba.

-Era muy gracioso ver como delante de todo el mundo, algunos usaban esas pequeñas aberturas entre las rejas como si fuesen verdaderos Glory Holes, aquellos agujeros que hay en algunos dark rooms, pero que acá eran tan solo parte de un decorado y además estaban en el medio de un cine.

En uniforme de trabajo

-Tampoco me puedo olvidar del almacenero.- Se divierte Raul. – El hombre llegaba al cine Don José vestido con la casaca blanca, como si estuviera atendiendo el almacén, ni se tomaba el trabajo de cambiarse para ir a hacer puterío. Pensar que después volvía a atender el almacén, con la misma casaca, que se supone usaba para brindar mayor higiene en el servicio.

Era un gordo muy lindo y bien dotado, pero llamaba la atención cuando se desnudaba, porque tenía varias cicatrices en distintos lugares del cuerpo. Se ve que había sido bien más gordo y que, al bajar de peso, se había hecho cirugías para retirar la piel que no quedaba firme, y el cirujano que lo operó no era muy cuidadoso con las marcas que dejaba.

(Continuará)

lunes, 4 de abril de 2011

Baños, cines, saunas, estadios. (Parte quince)

De linterna, como el superhéroe

-Yo estaba muy molesto con uno de los que iba siempre al cine Don José, uno que tenía un pelo bien raro, al que llamábamos Capeta o el demonio de Tasmania. - Se queja Carlos. – Yo iba a ese cine a encontrarme con alguien con quien ya habíamos marcado un encuentro y, ese inoportuno, siempre venía a molestarnos con una linternita que llevaba para ver en la oscuridad de la sala. No nos dejaba en paz.

Un día me cansé de que nos interrumpa con su lucecita. Antes de ir al cine, pasé por una ferretería y me compré una linterna, la más grande que había, se parecía esas que usan los bomberos, en las películas. En cuanto llegué al cine, la persona que me estaba esperando se me acercó. Le dije que me siguiera sin hacer preguntas. Ya dentro de la sala nos sentamos como siempre. Y ahí quedamos a la espera.

Cuando se acerca el que siempre nos interrumpía con su linternita, le prendí la contra la cara la linterna gigante que me había comprado y me puse a hacer escándalo para que todos lo vean y sepan quién era el de la linternita. Valió la pena. Se dejó de molestar.

Después, dejé la linterna en la butaca donde me había sentado. Ya había cumplido su misión.

Miss Brasil Gay

-Otro de los cines porno de la época era el Teatro Coliseu, de la ciudad de Santos.- Informa Raul. -Ese cine, en su tiempo fue un teatro de ópera, muy bueno, muy lujoso, con una arquitectura imponente y se convirtió en cine porno en los años de la decadencia.

Era uno más de los tantos que había y que recorríamos en aquellos años. Lo que lo distinguió fue que allí se realizó el primer concurso para elegir a Miss Brasil Gay, a comienzo de los años ochenta.

La sala fue restaurada hace unos pocos años - concluye Raul - y hoy es nuevamente el elegante Teatro de Ópera y Conciertos que supo ser en sus mejores momentos.

Cine familiar

-Esta anécdota le pasó a Miguel, que fue mi pareja en San Pablo.- Dice Raul. – Miguel estaba en el cine Paisandu e hizo un levante en el baño. Salieron del baño con el tipo y se fueron a la escalera que llevaba al pulman del primer piso. La escalera era uno de los mejores rincones para hacer puterío: era de lo más oscuro y nadie usaba aquella escalera para subir o bajar, porque había ascensor, que era más práctico.

Ahí mismo, en plena escalera, Miguel se baja los pantalones y pone el culo apuntando hacia abajo, ofreciéndoselo a su levante. Sorprendido, no siente nada, ni que lo toquen, ni nada de lo esperado. Se da vuelta, con los pantalones y el calzoncillo por las rodillas, y entonces ve lo que, se suponía, no debía suceder: una familia entera, padre, madre e hijos, que subían la escalera para ir a sentarse en el pulman.

Miguel, como pudo, se levantó los pantalones y salió corriendo. Nadie habló nada, pero por las caras que vio, Miguel entendió que la familia quedó escandalizada.

(Continuará)