jueves, 17 de noviembre de 2011

Preguntas y respuestas


¿Lo importante es ser feliz? ¿O lo importante es ser libre? ¿Es prudente optar por ser feliz olvidándose de ser libre? ¿Podremos ser felices y libres?

¿Es legal mentir para defender a un culpable? ¿Es legítimo? ¿Les pesará la conciencia a mentirosos y culpables? ¿Tendrán conciencia? ¿Existirá la conciencia?

¿Es la pereza la madre de todos los vicios? ¿Todos los vicios son malos?

¿Por qué el ejercicio de la medicina se convirtió en un negociado tan despreciable? ¿Los que especulan con el precio de los medicamentos no deberían ser juzgados por eso?

¿Es más ilegal robar un banco que fundarlo? ¿Por qué tenemos que pagar todos las crisis de los bancos si cuando ganan no reparten los beneficios entre todos?

¿Por qué los gobiernos ceden ante la presión de las iglesias? ¿Cuándo conseguiremos separar los estados de las religiones? ¿Hasta cuándo vamos a subsidiar a algunos cultos religiosos? ¿Las iglesias neo pentecostales son las nuevas plagas de Egipto? ¿El Papa (este Papa) no tendría que entregarse a la justicia para ser juzgado por sus delitos de lesa humanidad?

¿Cuándo va a reaccionar la humanidad ante las injusticias que matan millones de personas?
¿Todos tenemos derecho a ser como somos? ¿El que me discrimina también? ¿Qué hay de malo en ser diferente?

¿No sería bueno que existiera el infierno solo para que los asesinos, represores y torturadores de toda dictadura tengan un lugar para toda la eternidad?

¿La humanidad encontrará un día su camino? ¿Algún día será más importante ser que tener? ¿Estará alguna vez la economía al servicio del hombre? ¿Dejaremos alguna vez de destruir sistemáticamente el planeta? ¿Qué heredarán las generaciones futuras? ¿Habrá futuro?

¿Los textos deben tener alguna lógica? ¿Todo texto debe dejar un mensaje? ¿No debiéramos tener todos la capacidad de escribir bellamente? ¿Alguien es un escritor si solo escribe en su blog?

Yo ya propuse las preguntas. Les dejo a ustedes las respuestas.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Volver a los diecisiete




No viví el siglo al que hace referencia Violeta en su hermosa canción. Pero ya pasé el medio siglo y una sorpresa me fue deparada en mi último viaja a Buenos Aires.

- Volvió a pasar tu compañero de la secundaria y volvió a dejar un teléfono. En realidad dejó una tarjeta. – Me informó mi madre al llegar a su casa; la de toda la vida.
- ¿Cuál compañero? ¿Daniel? – Quise saber.
- Sí, ese.
- ¿Y dejó una tarjeta? ¿Seguro que es Daniel?
- Ya te la busco… Acá.
- ¿Abogado?

Confieso que me ganó la curiosidad. Llamé y atendió Daniel. Hacía 33 años que no nos veíamos. A los 17 yo decidí irme a un seminario, para estudiar para ser cura. Había terminado cuarto año de la secundaria y me fui sin terminarla junto a mis compañeros.

- Si te hubiera cruzado por la calle no te hubiera reconocido. – Fue la frase de Daniel antes de fundirnos en un abrazo que esperaba hacía tantos años.
- Vos estás igual. – Dije, y es cierto.
- Decime una cosa. – Daniel cambió el tono amable por uno de reproche. – ¡Explicame por qué desapareciste así! Cuatro años juntos, volviendo a casa juntos cada día después de clases, montones de cosas vividas y desapareciste sin dar noticias.

Balbuceé algo. Yo no tenía muy claro, a tanto tiempo de distancia, por qué había hecho lo que hice. La siguiente pregunta, era la que pensé que no llegaría.

- Bueno. ¿Te casaste?
- Rebobinemos. – Dije acompañando mis palabras con todo mi cuerpo. – Daniel, yo soy gay de toda la vida. De siempre.
- Todo bien. – Había sorpresa en la cara de Daniel, pero la manejó muy bien. – Donde yo milito hay dos chicas que son pareja…

Casi me tiento y le dijo que yo también tengo un amigo judío y otro negro, pero me contuve. La charla siguió por los caminos usuales. Entonces sacó el celular e hizo un llamado.

- Hola Master, acá te va a saludar alguien que conocés. – Dijo y me pasó el aparato.
- Hola…
- ¿Franco? Soy José Luis.
- ¿Simonetti, José Luis? – Bromeé, como si pasara lista, allá en los setenta.
- El mismo. ¡Qué alegría! Tenemos que vernos.
- Sin problema.

Marcamos un encuentro para cenar. La promesa era que reunirían a todos los compañeros que pudieran. Finalmente llegaron tres: José Luis, Rodolfo y Gustavo. Y una vez más la pregunta fatídica. Y otra vez aclaré que soy gay. Después de horas de charla sobre los más variados temas, volviendo a mi orientación sexual, José Luis dice:

- Crecimos, cambiamos… Si me decías que eras puto en la secundaria te cagaba a trompadas. – Y todos largamos la carcajada.
- Si a mí alguien en la secundaria me decía que eras homosexual no le creía nada, es más, lo peleaba. – Amplió Gustavo. - ¡Si nos cambiamos todos juntos antes y después de gimnasia dos veces  por semana! ¡Cómo va a ser puto!

La cena llegó a su fin. Montañas de anécdotas. Tratamos de hacer memoria sobre situaciones que unos recordábamos de una manera y otros de otra, hablamos de compañeros que ya no están, de intentos de reunirse, de los bailes de aquellos años, de los compañeros que viven en otros países, de sus familias: esposas, hijos, nietos… Nos despedimos con la promesa de un próximo encuentro, organizado con más tiempo para que puedan venir más compañeros.
Para evitar que otra vez (otros compañeros) me vuelvan a preguntar si me casé, creo que voy a ir de minifalda y tacos altos.